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El diario de Bridget Jones: Espías en el salón

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Hace algún tiempo estuve a punto buscarme un abogado para demandar a Helen Fielding, tras ver el “Diario de Bridget Jones” sospeché que, en algún momento del pasado, se había colado por la ventana de mi apartamento de soltera y se dedicó a anotar en su moleskine las cosas que, día a día, se iban sucediendo en mi vida, y que con todo ello, tiempo más tarde, escribió una novela y vendió los derechos a la industria cinematográfica.
Bridget Jones (Rennée Zellweger), mujer en los treinta, rubia, soltera no por elección, obsesionada con el peso, entre otras cosas, decide, como propósito de Año Nuevo, ordenar su vida: dejar de fumar, perder peso, encontrar al hombre de su vida. No son demasiadas ambiciones ni profundas, pero los problemas y conflictos que le generan no tienen desperdicio. Para intentar cumplir sus propósitos, la protagonista decide llevar un diario. Bridget Jones vive en permanente estado de crisis. Su vida sentimental, un desastre, dividida entre dos hombres, su jefe Daniel Cleaver (Hugh Grant), un caradura, guapo, encantador y con mucho peligro y Mark Darcy (Colin Firth) el hijo de los amigos de la familia, un tipo aparentemente aburrido, serio, formal. En la vida de Bridget son fundamentales sus amigos Judi, Shanon y Tom, quienes con su consejos, amistad, copas compartidas, harán la vida de Bridget no menos caótica, pero si más amable. Vaya por delante que me lo pasé bomba con la película.

Dicen que es una película birria, que Bridget representa a una tarada mental superficial, que se deja tocar el culo en su trabajo, que es ridícula en sus ambiciones, pero yo, repito, me lo pasé bomba. Me reí y me rio. No me importa reconocerlo, puede ser porque, pese a los años, sigo siendo una tarada mental. Posiblemente la película no tenga una calidad cinematográfica brutal, en algunas escenas los actores sobreactúan, eso es evidente en el caso de Rennée Zellweger, y en otros momentos parecen faltos de vida, es el caso de Colin Firth. Pero creo que estamos frente a un film sin más pretensión que entrenernos, no hacer un tratado sobre la mujer, las relaciones personales, ni sobre la influencia del alcohol y el tabaco en la población femenina. Pero lo que es indiscutible es que con esta película, cualquier mujer entre los 25 y los 35, puede haberse visto retratada. La que diga que no, o bien miente o bien es más aburrida que una ostra. Por eso tuvo tanto éxito esta película, no porque fuera una maravilla del séptimo arte, porque no lo es, sino porque retrata a todo un sector de mujeres y lo hace sin pretensión alguna.

¿Quién no ha contado alguna vez los kilos que ha engordado mientras se zampa un bote de helado en plena depresión amorosa? ¿Quién no ha contado la cantidad de copas que ha tomado mientras sufre una resaca espantosa post-party?¿Quién no se ha planteado en algún momento porque todos los tipos que conoce en estado de soltería, son como los baños públicos, o son un asco o están ocupados? ¿Quién no ha contado el tiempo que hace que tuvo buen sexo? ¿Cuántas veces no has pensado que con ese tanga estarías monísima pero que no hay nada más cómodo que unas bragas de cuello vuelto?
Precisamente porque la película evidenciaba, con auténtico sentido del humor, algunas de las situaciones en las que una treintañera corriente, de las que pisan la calle, se puede encontrar, por eso y no por otra cosa tuvo tanto éxito. Algunos puristas podrán decir que es una estupidez de película, pero yo, seguiré riéndome con ella y recordando mi apartamento de soltera, las tanganas que allí se montaban y seguiré anotando, como entonces, si mi peso oscila más de lo recomendable. Para terminar, yo veo cine porque me gusta, porque me entretiene y porque como en todo, para pasar un rato bueno no siempre es necesario estar rodeado de lo excelente, basta con que nos caiga en gracia y nos de buenos momentos.
Salud y que la disfruten.


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